"Benedicto XVI: ni continuidad ni ruptura, sólo fidelidad al depositum fidei".
Dr. Phil. Eugenio Yáñez
Director del Diploma en Estudios de las Religiones
Profesor Universidad Adolfo Ibáñez
Lunes 25 de abril
Cuando Karol Woytila asumió como Juan Pablo II en octubre de 1978 para la gran mayoría de los católicos y no católicos era un ilustre desconocido. Se sabía muy poco del su persona, lo que era, sin lugar a dudas una ventaja, pues no pesaba sobre él ninguna “hipoteca” (teológica, “política”, etc.), que diera lugar a desconfianza, recelo, prejuicios o simplemente rechazo. Benedicto XVI no ha tenido esta suerte. El es muy conocido tanto al interior de la Iglesia Católica como fuera de ella. A su larga trayectoria como teólogo excepcional, se une su labor pastoral y doctrinaria. Si bien es cierto, recibió la ovación de parte de los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro y en el mundo entero, tanto al interior de la Iglesia, como desde fuera, ha debido soportar una serie de críticas. De este modo, se ciernen sobre él los epítetos de “ultra conservador”, “conservador”, “reaccionario”, “derechista”, “inquisidor”, “duro”, “Panzer Cardenal” y otras caricaturas por el estilo.
En este contexto, me ha tocado conversar con algunas personas (muy bien intencionadas por cierto e informadas a través de la prensa) que me manifiestan su preocupación por el futuro de la Iglesia, dado que “ahora tenemos un nuevo Papa conservador”, ubicado, entre otras cosas, a la “derecha” de Juan Pablo II. Mi respuesta ha sido breve: el destino de la Iglesia no puede estar en mejores manos. Benedicto XVI no está ni a la derecha ni a la izquierda, ni es más ni menos conservador que Juan Pablo II. El, sólo es fiel al depositum fidei.
Quienes lo conocen (como persona, intelectual y pastor) nos muestran a un cardenal que dista mucho de ser “duro”, “inquisidor” o “conservador”. Por mi parte, mi pobre conocimiento de su pensamiento y persona me confirma estos juicios. Sin lugar a dudas no soy yo la persona mas indicada para refrendar estos testimonios, no obstante, permítanme un par de recuerdos. En julio de 1988 pronunció en la Pontificia Universidad Católica de Chile una conferencia titulada: “Una mirada teológica sobre la procreación humana”. A todos nos llamó la atención el dominio del español, pero sobre todo la claridad de su exposición y la sencillez con que abordó un tema complejo. Más aún, el estilo de su conferencia reflejaba claramente su apertura a la verdad. No había en ella condenas o descalificaciones, más bien sugerencias y orientaciones. Destacaba también la autoridad con que exponía, pero no la que provenía de su cargo, sino la de un brillante intelectual y un maestro de la fe. Posteriormente en el año 1992 en Roma tuve la oportunidad de estar en misa y recibir la comunión de sus manos. Recuerdo particularmente la serenidad y profundidad de su mirada, no la de un “inquisidor”, sino la de un hombre con una profunda vida interior. Después de misa, se acercó al grupo de peregrinos, en su mayoría alemanes y departió amablemente con ellos. Por último quisiera relatar un hecho que demuestra la sencillez del nuevo Papa. El año 1995 le envié de regalo un libro. Al poco tiempo recibí una tarjeta de agradecimientos de su puño y letra agradeciendo y deseándome sus bendiciones. Esto es una señal clara, a mi juicio, no sólo su sencillez y calidez, sino además su carácter de pastor.
En las próximas líneas nos concentraremos en presentar el pensamiento de Joseph Ratzinger sobre la sociedad actual y más concretamente sobre la democracia. Como Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe le correspondió pronunciarse muchas veces contra los peligros y las amenazas a la dignidad de la persona humana, enquistadas en una visión relativista, materialista e individualista del hombre. Si bien es cierto, en los diferentes documentos emanados de la Congregación que él dirigía hasta hace poco, en sus libros, entrevistas y/o conferencias Joseph Ratzinger denuncia sin ambigüedades los peligros que amenazan a la sociedad actual, encontramos primero el anuncio de la palabra de Dios. “Tener una fe clara, basada en el credo de la Iglesia, se suele considerar hoy día como fundamentalismo”, nos decía en la misa “pro eligiendo Papa” el 18 de abril. Y agregaba: “Y el relativismo, que es dejarse llevar por cualquier vaivén de las enseñanzas, parece hoy la única actitud aceptable. Estamos avanzando hacia una dictadura del relativismo que no reconoce ninguna certidumbre y que tiene como su principal objetivo el propio ego y los propios deseos”.
I. Aspectos generales de su pensamiento
1. Un primer aspecto que debe ser señalado es la preocupación académica y magisterial en las reflexiones del Cardenal. Es el teólogo, el académico, que se pone al servicio del Magisterio. El es, por decirlo de alguna manera, un hombre del Concilio, y por ello está siempre presente, la disposición servicial del teólogo, en la cual la Philosophia ancilla teologiae, la razón al servicio de la fe. El Cardenal no habla a título personal, sino para decirlo según la expresión clásica, "siempre con el Papa y nunca sin el Papa". Hay una incuestionable fidelidad a la verdad y al magisterio de la Iglesia.
2. ¿Desde cuando se encuentra en la obra intelectual y magisterial del Cardenal esta reflexión acerca de la democracia?
Una de las primeras reflexiones la encontramos en un pequeño libro publicado en 1970 en conjunto con Hans Meier, titulado, "Demokratie in der Kirche. Möglichkeiten, Grenzen Gefahren (Democracia en la Iglesia. Posibilidades, Fronteras, Peligros). El título de la parte que le corresponde al Cardenal, se titula, ¿Democracia en la Iglesia?, donde aborda un tema candente en la época: la democratización al interior de la Iglesia. Antes de abordar este problema el Cardenal analiza las diferentes formas de interpretar lo que es la democracia, como por ejemplo la "democracia total" y la “democracia constitucional”.
3. Debemos preguntarnos ahora ¿cuál es el lugar que ocupan estas reflexiones en la obra del Cardenal? Si bien ellas no son muy extensas o numerosas, en comparación con el conjunto de su obra intelectual , dedicada fundamentalmente a la Teología Fundamental y la Dogmática, es profunda, en el sentido que aborda las causas últimas de los problemas de nuestra sociedad actual. Esta reflexión teológica y filosófica es profunda no por extensión, sino por ahondamiento en el problema.
4. Por último, debemos mencionar lo que podríamos denominar el "centramiento antropológico". Si el Cardenal Ratzinger se preocupa por una adecuada organización de la sociedad y la política, es porque lo que está en juego es la dignidad de los hijos de Dios. La Iglesia como "Madre y Maestra", "experta en humanidad", para utilizar las expresiones de Juan XXIII y Paulo VI respectivamente, no puede desentenderse de lo que le pasa a todo el hombre y a todos los hombres. Desde esta perspectiva, la denuncia de los males de la cultura, supone, como ya hemos dicho, primeramente el anuncio, a saber: el respeto por la dignidad humana.
II. Diagnóstico de la sociedad actual
1. Crisis del hombre
Su visión de la democracia, esta como "hipotecada" por su reflexión antropológica. ¿Qué nos dice el Cardenal acerca de la situación del hombre actual? En su lección magistral al agradecer la distinción "Honoris Causa" que le concedió la Universidad de Eichstatt, bajo el título de "Demolición y nuevo camino: la respuesta de la fe a la crisis de los valores", el Cardenal, aunque no desconoce que hay aspectos positivos , sostiene que asistimos a una época marcada por un vacío espiritual. Dos de los aspectos negativos típicos de este período son la droga y el terrorismo . Para el cardenal, la sociedad está en crisis, porque el hombre está crisis.
2. Crisis de la verdad
En la modernidad, dice Ratzinger, "el concepto de verdad ha sido prácticamente abandonado por el de progreso. El progreso es la verdad". Esta última ha dejado de ser evidente (Verdad, Valores y Poder). Vivimos, en consecuencia, "en un mundo marcado por el relativismo" . Una sociedad que ha abdicado de la verdad, deviene necesariamente en el relativismo, en todas sus manifestaciones, moral, político, gnoseológico, etc.
Nuestra cultura está marcada por una actitud de falsa humildad y falsa soberbia: "La falsa humildad, que niega al hombre la capacidad para la verdad, y la falsa soberbia, con la que se sitúa por sobre las cosas, sobre la verdad misma, en cuanto erige en meta de su pensamiento la ampliación de su poder, el dominio sobre las cosas" . La crisis del hombre, no es otra cosa que la crisis de Dios en el hombre. La ausencia de la Verdad se manifiesta entre otras cosas por la autonomía de la conciencia y el libertinaje.
a) Conciencia autónoma
Al desaparecer la norma objetiva, Dios, todo está permitido. En virtud de esto, en nuestra época es cada vez más frecuente una conciencia que se convierte en fuente autónoma y exclusiva para decidir lo que es bueno o malo. Al carecer de un sólido fundamento que guíe sus actos hacia los fines que le son propios, predomina en el hombre una conciencia laxa y errónea, que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida humana. Cada vez es menor la conciencia de pecado, y por ende, el arrepentimiento.
b) Libertad carente de sentido, es decir, vacía y sin dirección
Una libertad carente de sentido, es decir, vacía y sin dirección es otra consecuencia propia del relativismo. Los orígenes de esta idea de libertad se encuentran en la concepción racionalista de ella. A partir de la Ilustración el hombre guiado por la máxima sapere aude (usa tu razón), no se somete a la autoridad ni a la tradición, sino tan sólo a su propia razón. En virtud de esto, la libertad se manifiesta como "liberación de la fuerza normativa de la tradición" (Iglesia, Ecumenismo y Política). Ser racional pasa a ser, sinónimo de autodecisión. De lo que se trata, entonces, es desvincular la libertad de cualquier vínculo exterior, impuesto por otro. Este vínculo debe ser sustituido por lo racional.
En el ámbito sociopolítico los ciudadanos son libres en medida que participan del poder. El gobernado no es heterodeterminado, sino autodeterminado. El poder no se ejerce sobre ellos, sino por ellos, porque su voluntad coincide con la voluntad de la colectividad. La libertad aparece "como un proceso que tiende a más libertad, a más 'democracia'" (Iglesia, Ecumenismo y Política). Muestra palmaria de lo afirmado es "la evolución de los últimos 10 años (en que se) tiende cada vez más a concebir el auténtico derecho a la libertad como el derecho a decirlo todo a través de los medios de comunicación, como licencia para expresarlo todo; y así vemos como se denuncian como meros tabúes los valores de la tradición ética, especialmente en el campo del matrimonio y de la familia" (Iglesia, Ecumenismo y Política).
¿En que concluye todo esto? Desemboca en la "aniquilación del sentido moral, que se transformará en completo nihilismo cuando pierdan vigencia los fines anteriores y la libertad se reduzca tan sólo a la posibilidad de hacer todo lo que en algún momento pueda considerar interesante y entretenido, una libertad vacía" (Verdad, Valores y Poder). Con otras palabras, el Cardenal nos está diciendo que el hombre actual se preocupa de saber de qué es libre: sabe que es libre de drogarse, sabe que es libre de eliminar una vida humana en su etapa inicial y final, a través del aborto y la eutanasia respectivamente, sabe que es libre de manipular embriones, etc., pero no sabe o no se pregunta para qué es libre. No sabe que es libre para ser feliz, y si lo sabe, confunde la felicidad con el placer sensible. Este relativismo se presenta, según el cardenal, con mucha claridad en las llamadas democracias modernas.
III. La democracia y las democracias amenazadas
1. Dato de la realidad
Asumiendo el dato de la realidad el Cardenal Ratzinger nos señala que después de la Segunda Guerra Mundial el ideal de democracia se ha exaltado "con fervor casi religioso" (Cf. Hablan tres Cardenales). "Tras el hundimiento de los sistemas totalitarios, que han dejado su huella en nuestro siglo, se ha impuesto en gran parte de la tierra la convicción de que, aunque la democracia no crea la sociedad ideal, en la práctica es el único sistema de gobierno adecuado" (Verdad, Valores y Poder). Este hecho de suyo no es negativo. El problema comienza con la concepción que se tiene acerca de la democracia.
2. ¿cómo se define actualmente la democracia?
La democracia se entiende en nuestros días como "la participación de todos en el poder, que es expresión de libertad" (Verdad, Valores y Poder). Lo que se persigue, entonces, con la participación de todos en el poder, es la libertad, que se reduce fundamentalmente a ausencia de coacción. Mientras más derechos y menos deberes tenga el hombre, más libre es. Este tipo de democracia termina siendo un sistema vacío, sustentado en el relativismo. "El concepto moderno de democracia parece estar indisolublemente unido con el relativismo, que se presenta como la verdadera garantía de libertad" (Verdad, Valores y Poder).
Lo que nos quiere decir el Cardenal, es que las democracias modernas están fundadas sobre un nihilismo y/o escepticismo moral, es decir, ellas no aceptan ninguna verdad o valor que no sea establecida por la mayoría o el consenso, de lo que se colige, que toda norma objetiva ajena al principio de las mayorías es tildada de sospechosa o de dogma, ajena al "espíritu" de la democracia. El criterio de verdad es reemplazado por la mayoría (voluntad general en palabras de Rousseau). Lo que ésta decide es bueno y verdadero por definición.
De este modo, estamos en presencia de una democracia vacía, sin contenido, sin valores, sin principios, reducida a sus puros mecanismos y procedimientos, que "no se define atendiendo al contenido, sino de manera puramente formal: como entramado de reglas que hace posible la formación de mayorías y la transmisión y alternancia en el poder. Consistiría esencialmente, pues, en un mecanismo de elección y votación" (Verdad, Valores y Poder, pág. 86).
3. ¿Quién es hoy en día el verdadero demócrata?
El Cardenal Ratzinger nos dice que Pilato aparece como la figura emblemática del "verdadero" demócrata, pues el representa al político que no cree en la verdad. Cuando le pregunta a Jesús "Qué es la verdad" (Juan 18, 38) esta es sólo una pregunta aparente, pues Pilato no cree en ella, y por ello no espera respuesta, y se dirige a la mayoría para que decida con su sufragio, el difícil problema que debía resolver. Se lava las manos.
Las democracias actuales, para ser eficientes necesitan de políticos escépticos, incrédulos, desconfiados, sin convicciones, calculadores, sin escrúpulos morales y ojalá liberados del yugo de las cuestiones de conciencia. El demócrata actual no es aquel que se apoya en los valores o en la verdad, sino en los procedimientos: no hay más verdad que la mayoría.
4. Las tres causas de las amenazas la democracia moderna
¿Cuáles son las causas de la crisis de las democracias modernas? "Yo encuentro tres tendencias básicas que llevan, o podrían llevar a la negación de la democracia", nos dice el Cardenal:
a) "La pérdida de trascendencia provoca la fuga hacia la utopía"
Un primer problema radica en "una cierta incapacidad de aceptar la imperfección que tienen las cosas humanas. La exigencia de absoluto en la historia es enemiga de lo bueno" (Hablan tres Cardenales). Privado el hombre de su grandeza y trascendencia, se intenta refugiar en esperanzas ilusorias, como claramente se aprecia, por ejemplo, en el marxismo, que para decirlo con cierta expresión, prometió el paraíso en la tierra y sólo trajo el infierno.
Para la mantención de una verdadera democracia en una medida humanamente posible hay que aceptar que toda obra humana tiene imperfecciones, y por ende se encuentra en un riesgo permanente. Por ello es una obra a realizar permanentemente.
b) La disolución del ethos en la "estructura"
"En la sociedad 'liberada' el bien no se basa ya en los esfuerzos éticos de los hombres que sostienen esta sociedad, sino que simple e irrevocablemente está sustentado por las estructuras" (Iglesia, Ecumenismo y Política). No es el ethos el que produce las estructuras, sino al revés, las estructuras producen el ethos. El hombre se ha ido liberando de este ethos, es decir, ha renunciado a la responsabilidad, a la libertad, a la conciencia (Cf. Iglesia, Ecumenismo y Política). En última instancia, la estructura suplanta, y por ahí, anula a la persona. Siguiendo el pensamiento del Cardenal, podemos afirmar que la sociedad ya no es mas un todo compuesto de personas, sino una estructura compuesta por estructuras.
c) Unilateralidad del concepto moderno de razón
Se intenta llegar a una "física de las realidades humanas" (Iglesia, Ecumenismo y Política). Hay una renuncia a la moral en beneficio de la técnica. Esta renuncia no se basa primeramente "en la fuga de la fatiga moral, sino en la sospecha sobre su irracionalidad" (Iglesia, Ecumenismo y Política).
Reflexiones finales: la irrenunciabilidad del cristianismo en la cultura actual
La superación de la crisis pasa por "reponer" los fundamentos cristianos de la sociedad. "Cuando desaparece la base cristiana no queda nada en pie" (Iglesia, Ecumenismo y Política), afirma el Cardenal Ratzinger. "Estoy convencido de que la anulación de la trascendencia es en realidad aquella amputación en el hombre, de la cual se derivan todas las demás enfermedades. Una vez que a éste se le ha despojado de su verdadera grandeza, no le queda otro camino que refugiarse en esperanzas ficticias" (Verdad, Valores y Poder).
Es el cristianismo el que aporta los fundamentos necesarios, para organizar una sociedad en vistas al bien del hombre. "La fe cristiana despierta la conciencia y fundamenta el ethos" (Iglesia, Ecumenismo y Política). La Iglesia sabe que el hombre no puede vivir bien y en el bien, sin la verdad y la moral. Por otra parte, la concepción de la verdad que profesa la Iglesia la sitúa por sobre cualquier "fuerza social". Ella posee la verdad sobre el hombre que se sitúa más allá del Estado.
En el ámbito de lo político, afirma nuestro autor que "el cristianismo, pese a sus deformaciones, no ha situado en lo político su mesianismo", sino que ha dejado lo político en la esfera de la racionalidad ética. En esta línea, afirma que no se puede desconocer que "la democracia es un producto de la fusión de la herencia griega y cristiana y, por eso mismo, no puede sobrevivir si no es inmersa en ese contexto que la fundamenta" (Verdad, valores y Poder). De este modo, un sistema democrático "únicamente puede funcionar si ciertos valores de fondo (llamémosles 'derechos humanos') se reconocen como válidos por todos y se sustraen a la decisión de la mayoría. En otras palabras un sistema democrático puramente formal no funciona por si sólo" (Iglesia, Ecumenismo y Política). "Hay 'cosas imprescindibles' para la democracia pluralista que no radican en el campo de lo político" (Verdad, Valores y Poder). La verdadera democracia no puede, por ende, funcionar sin valores -cristianos- y por lo tanto, no puede ser neutral ante los valores. Más allá de los vínculos formales se encuentra una dimensión más profunda de aquellos "lazos morales que el Estado debe presuponer y que no puede fundar él mismo ni, en consecuencia, garantizar" (Iglesia, Ecumenismo y Política). El cristiano debe luchar moral y políticamente, -entendiendo lo político, como una "prudente solicitud por el bien común" (Juan Pablo II), por la vigencia de un mínimo de valores morales, que den contenido a la democracia.
El cristianismo aporta el fundamento espiritual a la democracia. Es decir, aporta un fundamento universal y racional, que se enmarca dentro de un orden moral, que no depende del arbitrio de las mayorías. En este aspecto, el Cardenal reconoce el aporte de la filosofía política de Jacques Maritain. Asumiendo el hecho de que la verdad no depende de las mayorías, sino que las precede, "Maritain elabora una filosofía de la política que trata de hacer que las grandes intuiciones de la Biblia sean fértiles para la teoría política" (Verdad, Valores y Poder).
Por eso para el Cardenal Ratzinger, y acá aventuró un juicio propio, la democracia no se reduce a una forma de gobierno, sino que es primeramente un cierto espíritu, que la ubica primeramente a nivel de los valores y los principios. Que el fundamento cristiano de la sociedad pueda ser alcanzado o mantenido, dependerá de la fuerza que la verdad moral alcance en la propia Iglesia, nos dice el Cardenal. Es decir de su "capacidad" y vitalidad ético-religiosa para iluminar las conciencias, y de este modo, convertirse en savia para toda la sociedad.
Al tenor de estas líneas, podría parecer que la visión del Cardenal Ratzinger sobre el hombre, la sociedad y la democracia es bastante pesimista. No debemos, sin embargo, confundir crítica con pesimismo. La actitud del Cardenal es de un optimismo realista, pues él sabe que a fin de cuentas el bien prevalecerá sobre el mal. Nada más ajeno al cristianismo y al Cardenal Joseph Ratzinger que el desesperar de la eficacia de la fe.
Por último, quien conozca medianamente el pensamiento de sus predecesores sobre esta materia o simplemente quien conozca la Doctrina Social de la Iglesia, podrá advertir que su pensamiento sobre la cultura, la sociedad actual o la democracia se ubica el surco ya labrado desde León XIII en adelante.